Día de la Tierra: ¿por qué deberíamos cambiar nuestra relación con la naturaleza?
Este 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Tierra, una fecha que conmemora todas las formas de vida que hay en el planeta. Esta fecha, además, fue declarada en 2009 por la Asamblea General de la ONU buscando concientizar sobre la relación que los seres humanos tenemos con la naturaleza.
El cambio climático es una de las señales clave que demuestra que el modelo económico extractivista que prevalece y nuestras prácticas de consumo están afectando críticamente la vida y biodiversidad en el planeta. Ningún ecosistema se ha salvado de los efectos de la crisis ambiental.
Por ejemplo, esta semana la Unesco publicó un informe en el que asegura que el 60% de los bosques del patrimonio mundial está amenazado por prácticas asociadas al cambio climático y que se ha evidenciado que en los últimos 20 años, 10 de los 257 bosques que hacen parte de dicho patrimonio han emitido más carbono del que han capturado debido a perturbaciones de origen humano.
Sumado a esto, varios animales, entre ellos los insectos, también se han visto afectados por las perturbaciones en los bosques. Un estudio publicado en la revista Nature encontró una relación directa entre el cambio climático y la agricultura intensiva frente a la pérdida de biodiversidad de insectos. Las transformaciones en la tierra para adaptar el terreno a la agricultura, ocasionadas por prácticas como la deforestación, pueden afectar el clima de la zona, algo que incide en la salud de los insectos, además de que actividades como la ganadería, la siembra de monocultivos y el uso de fertilizantes químicos o pesticidas también los afecta críticamente. De hecho, ya se ha reducido en un 27% el número de especies dentro de los conjuntos de insectos por estas causas.
Las últimas dos conmemoraciones del Día Internacional de la Tierra se dieron en medio del confinamiento por el covid-19. |
Pero el estado de los bosques no es el único indicador de la situación en la que se encuentra el planeta. Otro indicador es el calentamiento de los océanos, que está alterando los ecosistemas marinos, que desde finales de los ochenta, década a década aumentan su temperatura. Incluso, en 2021 se registraron las temperaturas más altas en los océanos.
Una investigación reciente de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, analizó el comportamiento de la cadena trófica (es decir, cuando una especie se alimenta de otra) en ecosistemas marinos y encontró que en 200 años, por ejemplo, un bacalao seguirá encontrando peces, pero en una cantidad muy menor. El estudio sugiere que con el calentamiento, las especies se están desplazando hacia los polos, provocando así una paulatina reorganización de las especies, una dinámica que “no augura nada bueno para la vida marina y no es un efecto que se haya reconocido ampliamente”.
Además de los bosques y los ecosistemas marinos, el cambio climático también ha incidido sobre el hielo. Este año, la extensión mínima estacional del hielo marino antártico (SIE) alcanzó un nuevo mínimo histórico desde que comenzó el registro en 1978: 1,9 millones de km2 el 25 de febrero, 0,17 millones de km2 menos que el mínimo histórico anterior establecido en 2017. Además, los dos polos se están calentando a la vez, algo que nunca había pasado. Este mes, en Groenlandia, las temperaturas reportaron 10 ºC por encima de la media y en la región Ártica llegaron hasta los 30ºC por encima de los valores habituales; este desequilibrio de temperaturas en os polos podría causar desequilibrios meteorológicos en diferentes regiones del planeta.
Ante este panorama, el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, señala que el sector energético, la industria, la agricultura, el transporte y la infraestructura son los mayores causantes de las emisiones de efecto invernadero. Para el panel de científicos, la reducción de emisiones debe centrarse principalmente en la transición energética.
La meta es clara: el consumo de carbón de caer entre un 67% y un 83% para 2030 para lograr no superar un aumento de temperatura de 1.5°C para finales de este siglo.
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